En esta tierra mágica, en el fondo de la montaña, al borde del vasto bosque, estuvo estaba un poblado. En este poblado pueblo vivían unos estancieros, unos mineros, y unos artistas. Los estancieros cultivaban grades campos de trigo dorado. Los mineros extraían joyas preciosas. Los artistas hacían magníficos muebles, joyas y ropa. En el poblado pueblo, había una gran iglesia en honor a Andrea, la guerrera de las montañas quien protegía el pueblo. Un sacerdote guerrero y su hija mantenían la iglesia. El sacerdote era viejo y sabio. Su cuerpo estaba cansado pero era un guerrero feroz. Su hija era hermosa y brillante como el sol. Ella tenía el pelo rojo y ojos dorados. Ella era inteligente, compasiva, y feroz. Cada día estudiaba los textos antiguos y se entrenaba en las artes mágicas. Un día ella se convertiría en la guardiana de la iglesia y protectora de la aldea. Su nombre era Ramona.
¡Excelente! Buenos usos del imperfecto 🙂