Capítulo Ocho

Alejandro resultó gravemente herido por el ataque. Su armadura fue destruida y la sangre fluía de sus heridas. Todos temían que él muriera. Pero entonces, Ramona se arrodilló a su lado y comenzó a cantar. Mientras ella cantó, sus heridas sanaron!
“¡Milagroso!” Dijo Rogelio. “¡Ella tiene la magia del sacerdote!”
De repente, el sol comenzó a ponerse más brillante en el cielo. Entonces una figura hecha de luz brillante descendió y aterrizó ante ellos. Un gran guerrero que llevó llevaba una armadura dorada y tatuajes de fuego en los brazos y el pecho estaba delante de ellos. Era Gabriel el guerrero del sol.
“Os vi a todos pelear valientemente, jóvenes guerreros,” dijo. “Y yo sé de tu búsqueda. He visto nubes oscuras reuniéndose en el horizonte. Me uniré a ti en tu viaje.
“Y tú, joven sacerdotisa,” le dijo a Ramona, “Por salvar la vida de mi hermano, te daré este regalo”. Se quitó la capa dorada de sus hombros y se la dio. “Que esto te proteja en este peligroso viaje.”

¡Muy bien escrito!